Es probable que esta situación te resulte familiar: sales de la ducha y
te envuelves inmediatamente en una toalla que colocas alrededor de tu
cuerpo antes de correr el riesgo de que un atisbo de carne
quede expuesta. Puede que lo hagas porque en tu piso hace un
frío inaudito durante el invierno o porque sencillamente es la manera
más rápida de evitar que chorree agua al suelo. Sea por el motivo que
sea, los expertos en psicología están de acuerdo en que estás cometiendo
un error fatídico para tu autoestima.
“Observarnos a nosotros mismo en cueros ayuda a dejar de ser tan
negativos sobre nuestro cuerpo”, explica en ‘Yahoo Health’ la psicóloga
experta en imagen corporal Amy L. Flowers. En realidad tiene bastante
sentido hacerlo porque, normalmente, el espejo suele estar justo ahí
delante de nosotros, “pero lo cierto es que la mayoría de nosotros hace
un esfuerzo para evitar mirar nuestros cuerpos desnudos” asegura la
experta, quien aconseja que poco a poco convirtamos esta dinámica en un
hábito diario hasta conseguir que “se normalice la experiencia”.
Reforzar tu aseada autoestima
Por lo general, tenemos la tendencia a concentrarnos en nuestros
defectos en lugar de en nuestras virtudes. Que si cuánta celulitis
tienes, que si tu calva ha crecido de un mes para otro o los ‘menudo
barrigón he echado’, son algunas de nuestras frases tipo al vernos sin
ropa.
Para la inmensa mayoría se cumple la máxima de que ‘cualquier tiempo
pasado fue mejor’ y empezamos a recordar lo bien que teníamos la piel
antes, a qué altura estaban nuestros muslos y pechos hace tan solo un
par de años o lo arrugado que se nos está quedando el rostro. “Nos
paramos a pensar de qué maneras podríamos mejorar, pero cuanto más nos
centramos en nuestras imperfecciones más las magnificamos y a la larga
tratamos de evitar mirar nuestro cuerpo”, explica Flowers, quien
recomienda no caer en la crítica –aunque la creamos constructiva– y no
dejar de ser partícipes de cómo cambia y evoluciona nuestro cuerpo.
Las comparaciones nunca fueron (ni serán) buenas
Pero aún hay más. “Como es natural, nos comparamos con los demás”,
incide la psicóloga. Y no es la única que subraya este hándicap como
otro de los grandes errores que cometemos al vernos recién duchados: “El
instinto comparación es también un problema porque nuestras mentes
tienden naturalmente a buscar lo que la sociedad asume como la
perfección, y cuando no nos vemos con cuerpos de modelos –cosa que
raramente ocurre– sentimos que físicamente no damos la talla”, añade la
también psicóloga Sari Shepphird.
Así, ambas insisten en la necesidad de introducir en nuestra rutina
el truco del espejo. No sólo nos ayudará a reconocer y aceptar nuestro
cuerpo, sino que además puede reforzar nuestra autoestima si, por
ejemplo, tras observar nuestro reflejo cada día enumeramos cinco cosas
sobre nuestro cuerpo que nos gustan o que han mejorado. “Puede ser algo
tan pequeño como que nos guste la forma en la que llevamos pintadas las
uñas. Parece poco pero puede suponer un cambio transformador”, asegura
Shepphird. Adquiriendo este sencillo hábito que apenas nos llevará unos
pocos minutos –tampoco vayamos a quedarnos helados contemplando nuestro
desnudo integral–, al poco tiempo no tendremos que ‘echarnos flores’
cada vez que salgamos de la ducha, “seremos mucho más positivos con
nuestro aspecto al natural”, sin complejos.
Fuente:
Salud y bienestar.
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