miércoles, 8 de agosto de 2018

El estrés: enemigo de tu tiroides

¿Qué es el estrés?
Hay dificultades en la definición de estrés. Es un anglicismo que viene del vocablo inglés stress y no tiene traducción equivalente en español. La palabra más cercana para expresar el mismo sentimiento en nuestro idioma podría ser angustia. Es una lástima que un término como angustia, que describe tan bien todo el miedo y desasosiego frente a situaciones en las que se acumulan preocupaciones cotidianas o sensaciones indeterminadas de riesgo inminente, se haya abandonado por completo. Sin embargo, por ser ya de uso común y aceptado, usaremos aquí la palabra estrés.
Otro problema en la definición de estrés es la dificultad para medirlo. A pesar de que existen algunos índices, estos con frecuencia fallan porque las respuestas y reacciones ante situaciones similares varían significativamente de una persona a otra. Por ejemplo, hay personas que se estresan interactuando socialmente mientras hay otras que se estresan administrando su soledad.
Ni siquiera la duración del estrés es fácil de determinar, ya que existen tipos de estrés episódicos pero muy agudos y fuertes, y tipos de estrés crónicos que pueden durar toda una vida y presentar intensidad moderada. Entre estos extremos puede haber toda una gama de condiciones intermedias. Además, el estrés es difícil de valorar porque depende de factores como experiencias recientes o remotas de la persona, de su entorno y su estado de salud.
En todo caso, desde una perspectiva más filosófica y existencial podríamos definir el estrés como el precio que pagamos por vivir. Es una especie de tensión mental y física generada por adversidades, sensaciones de peligro o simple cansancio y desgaste, que puede tener consecuencias funestas para la salud.
Somos cuerpo y mente, materia y emociones, y el estrés provoca reacciones en el organismo que nos comprometen integralmente y nos maltratan física, psicológica y hasta espiritualmente.
Los distintos tipos de estrés
Hay muchos tipos de estrés y reacciones variables a él. Algunas causas son los duelos, las separaciones afectivas, los conflictos familiares, la fiera competencia social y profesional del hoy, y la sobrecarga y el acoso laboral. También está el temor a situaciones cotidianas pero que implican riesgo como los viajes, los pagos de cuentas, el manejo del tiempo y el desconcierto que produce el enfrentarse a un mundo que puede ser hostil y en el que puede haber discriminación, burla y desprecio hacia las personas que se enfrentan cualquier desventaja. En este contexto, unos de los detonantes más comunes del estrés son la dificultad de acceso a los servicios fundamentales como la salud, educación y agua potable; las carencias económicas; y el desempleo y la dificultad para acceder a un trabajo digno. Y entre otras causas de estrés difíciles de superar están enfermedades seres queridos y los padecimientos propio, sobretodo, las infecciones, las dolencias crónicas y prolongadas o que producen postración o secuelas permanentes.
No debemos despreciar tampoco el estrés provocado por tragedias aparentemente ajenas pero que nos tocan a todos como las guerras, los conflictos nacionales e internacionales, las iniquidades, el cambio climático, la contaminación y otras manifestaciones de la degradación ambiental del Planeta. Ni que hablar de los medios de comunicación, en especial la televisión, que con su amarillismo mediático y objetivos predominantemente comerciales dramatizan situaciones angustiantes y recrean necesidades de consumo.
 El estrés es una agresión a la que nuestro organismo responde
Ante el estrés el organismo activa todos sus mecanismos de defensa. Es lógico que ante una agresión haya una respuesta. Y una reacción que puede ser buena en el corto plazo, pues nos advierte riesgos y protege, se vuelve perjudicial cuando es exagerada en su intensidad y su duración, o más aún, si se torna permanente. Este apasionante y preocupante tema ha dado origen a una rama de la ciencia que se llama la psico-neuro-inmuno-endocrinología en el cual hay creciente interés e investigación.
Para ilustrar respuestas desmesuradas ante el estrés tomemos tres sistemas del organismo que se activan ante su incidencia como el Sistema Nervioso, el Sistema Endocrino y el Sistema Inmune. Cualquier agresión que afecte uno de estos sistemas altera a los otros dos. Es un mecanismo de doble vía. En respuesta a un estrés psicológico, por ejemplo, el sistema nervioso envía señales a través de la producción de adrenalina, noradrenalina y otras sustancias que estimulan el sistema endocrino a producir hormonas del estrés como cortisol, glucagón, hormona del crecimiento y vasopresina, entre otras. También afecta al sistema inmune que produce citoquinas, interleuquinas, anticuerpos y células de defensa conocidas como linfocitos, monocitos y granulocitos . Estos a su vez reaccionan y afectan al sistema nervioso y al endocrino y este último a los otros dos. Si el estímulo cesa, se detiene el proceso y vuelve el organismo al equilibrio; pero si continua se rompe el equilibrio, se perpetua la respuesta y se forma además un círculo vicioso que empeora el cuadro de estrés.
El estrés puede afectar los sistemas nervioso, endocrino e inmune, en un crículo vicioso funesto para la salud
El estrés puede afectar los sistemas nervioso, endocrino e inmune, en un crículo vicioso funesto para la salud
La producción de estas sustancias agresoras provoca dentro del organismo cambios que se conocen como estrés oxidativo. Se producen los llamados radicales libres de oxígeno y nitrógeno, sustancias muy inestables cuya producción exagerada es tóxica y termina dañando la información contenida en el ADN, el metabolismo, las células, los diferentes órganos y causando enfermedad inmune, endocrina, nerviosa o en los demás órganos y sistemas. Es decir en términos prácticos, nos oxidamos por dentro. ¿No les parece trágico?
Felizmente, como veremos luego, el organismo dispone de sistemas antioxidantes que contrapesan este efecto nocivo, pero que no se expresan mientras persista el estrés.
Las manifestaciones clínicas del estrés
La adaptación al estrés implica una serie de mecanismos que se manifiestan clínicamente. Es aquí donde se puede presentar o hacerse manifiesta una enfermedad. Y es aquí donde el estrés muchas veces menospreciado o poco valorado puede hacer estragos. En casi todas las enfermedades hay dos condiciones: una susceptibilidad genética y un factor ambiental. Una persona puede tener, por ejemplo, los genes de susceptibilidad para la diabetes. Si permanece delgada y activa estará libre de enfermedad, pero si se engorda y se vuelve sedentaria (factor ambiental) y encima padece de estrés, es muy posible que se manifieste la diabetes.
Es decir que en muchos caos el estrés actúa como el disparador, como gatillo. Aprovecha la oportunidad de encontrar un organismo debilitado o inestable y se expresa. Altera la capacidad de tomar decisiones, puede convertir temores infundados en pánico, genera sudoración, temblor de manos y taquicardia con palpitaciones. La presión arterial puede aumentar y se acelera también la frecuencia respiratoria. Los músculos se tensan y duelen. Con la progresión se pueden presentar trastornos digestivos, urinarios y se presenta tendencia a infecciones, es decir se “bajan las defensas”, como se dice popularmente. Los cambios oxidativos y en el ADN pueden incluso condicionar la manifestación o intensificación del cáncer en una persona susceptible, así como agravar enfermedades cardiovasculares y neurológicas. El estrés también exhibe sus efectos perversos en otras patologías como intestino irritable, en reacciones alérgicas, inflamatorias y en las enfermedades autoinmunes. En resumen, el estrés no causa las enfermedades, pero las hace manifiestas y las agudiza.
 El estrés y las enfermedades autoinmunes
Las enfermedades autoinmunes son aquellas en que se forman anticuerpos que atacan partes de nuestro propio organismo. Normalmente producimos anticuerpos para combatir agresiones externas como virus, bacterias, hongos y cualquier agente o sustancia extraña que traspase nuestras barreras de defensa. Si se altera el sistema inmune por los mecanismos expuestos, se forman auto-anticuerpos que agreden nuestros propios órganos y finalmente producen enfermedades llamadas autoinmunes. Es así como reconocemos la artritis reumatoidea, la Diabetes Mellitus tipo 1 o autoinmune, el lupus eritematoso sistémico, el vitiligo, la enfermedad celiaca, la esclerosis múltiple y muchas otras entre las que se encuentran las enfermedades de tiroides. En la producción de la autoinmunidad existe un componente genético y hereditario que lleva a un individuo sensible a presentar una de esas patologías si se combinan las condiciones ambientales. De eso se aprovecha el estrés. El estrés actúa estimulando centros cerebrales altos, luego el hipotálamo y la hipófisis, y se producen hormonas que hacen a las glándulas endocrinas trabajar de más, como el caso de la glándula adrenal que altera la producción de células del sistema inmune y sus productos como las citoquinas, factores inflamatorios y los auto-anticuerpos. Este ataque destruye finalmente parte o todo el tejido agredido y se produce la enfermedad autoinmune.
El estrés y las enfermedades de tiroides
Con frecuencia la tiroides es blanco de ataques autoinmunes. Con mucha frecuencia, cuando uno como médico clínico hace un interrogatorio cuidadoso encuentra que en la aparición de la enfermedad tiroidea hay un hecho estresante que antecede y marca el inicio de la patología. Dos enfermedades autoinmunes son reconocidas en tiroides: el hipertiroidismo de Graves y el hipotiroidismo autoinmune o de Hashimoto. Ambas patologías ya han sido descritas en artículos anteriores en esta plataforma e invito a nuestros lectores a revisarlas de nuevo. En la figura 2 se observan los antígenos tiroideos y en la 3 los anticuerpos que atacan esos antígenos. Se altera la función inmune y, sustancias propias, el organismo no las reconoce como tales y se vuelven antígenos, nombre con que se denomina a toda sustancia extraña que logra traspasar el organismo o que sea identificada como extraña a él. Los anticuerpos atacan el antígeno y en esta reacción antígeno-anticuerpo se produce la enfermedad tiroidea. En el hipertiroidismo esos anticuerpos estimulan la tiroides y la hacen funcionar en exceso. En el hipotiroidismo esos anticuerpos bloquean y dañan las células tiroideas y baja la función de tiroides. Tanto el hipotiroidismo como el hipertiroidismo producen estrés oxidativo a nivel celular por diferentes mecanismos, otra de las razones importantes para identificar estas patologías tiroideas y darles tratamiento adecuado.
Manejo del estrés en enfermedades de tiroides
El estrés es enemigo de la salud de tu tiroides
El estrés es enemigo de la salud de tu tiroides
El estrés es importante manejarlo en toda enfermedad por la incidencia que tiene en manifestar y perpetuar procesos que lo vuelven un círculo vicioso. En las enfermedades tiroideas es de especial atención este aspecto, pues es posible revertirlo.
Las siguientes medidas son generales, ya que las medidas específicas de tratamiento deben ser discutidas con el médico tratante.
(1) Un adecuado tratamiento de la enfermedad tiroidea. En el hipotiroidismo es necesario el tratamiento con hormona tiroidea a dosis adecuadas pues la sensación de bienestar que produce estabilizar la función tiroidea disminuye el estrés. Así mismo se disminuye la producción interna de radicales libres y por tanto el estrés oxidativo. En el hipertiroidismo el adecuado manejo mejora el metabolismo exagerado y contribuye a mejorar el estrés.
(2) Ejercicio. Este es un principio fundamental en todas las patologías. El ejercicio es salud. Y es relajante. Produce sustancias anti-estrés y anti-oxidantes. Con el ejercicio se produce oxido nítrico, endorfinas, dopamina, serotonina y sustancias anti-inflamatorias que modulan la inmunidad y reducen el estrés. Cualquier ejercicio es bueno y debe hacer el que mas le guste, pero el mejor ejercicio que existe es caminar. No han podido inventar uno mejor. Han tratado pero no han podido. Y es barato. Antes de hacer ejercicio recuerde que inicialmente debe evitar ejercicios extenuantes y debe ser dirigido y discutido con su médico tratante. Si una persona tiene un hipertiroidismo activo y está descompensado, no puede hacer esfuerzos físicos pues corre riesgos de todo tipo, principalmente cardiovasculares. Primero debe compensar su hiperfunción tiroidea y luego si efectuar ejercicio.
(3) Alimentación adecuada. Esto es fundamental. Una alimentación sana contribuye a mejorar las enfermedades. Se debe consumir frutas frescas como cítricos, uvas, manzanas, peras, guayaba, brevas, papaya, piña, chontaduro, etc., pues tienen anti-oxidantes, resveratrol, potasio, vitamina C, vitamina E, caroteno, que ayudan en el estrés y la salud.
  • Las nueces, maní, almendras, macadamias, pistachos, llamados frutos secos, son alimentos ricos en ácidos grasos benéficos, oligoelementos, anti-oxidantes, anti-inflamatorios, vitamina B.
  • Buena hidratación: nada mejor que el agua. Evitar bebidas energizantes, que además de ser innecesarias pueden tener efectos adversos. El consumo de café debe ser moderado. El exceso puede contribuir a sensación de nerviosismo y mayor estrés e insomnio en personas susceptibles.
  • Buena proteína vegetal como frijol, lenteja, arveja, garbanzos. Pocos azúcares refinados y moderadas harinas, panes, pastas, pasteles..
  • Proteína animal sana como pescado, pollo y carnes pulpas.
  • Las verduras son fuente también de oligoelementos, vitaminas y minerales y deben estar en toda dieta anti-estrés.
  • Pocas grasas saturadas. Evitar frituras en exceso, grasas de origen animal, mantequilla y cualquier grasa trans. Evitar alimentos basura como toda clase de embutidos, emparedados y productos con preservantes, conservantes y colorantes. Entre más natural, mejor, debe ser la consigna.
(4) Terapia psicológica. Con frecuencia es necesario recurrir a especialidades como la psicología o la psiquiatría para manejo de estrés sobre todo si es intenso o se vuelve inmanejable pues los efectos sobre la salud general pueden ser irreversibles si se deja sin tratamiento. No se debe negar el acceso a estos especialistas a pacientes que necesitan de terapias como psicoterapia o medicamentos, pero que deben ser formulados por dichos especialistas.
(5) Otras terapias. Actualmente se está acumulando evidencia de los beneficios de terapias para manejo del estrés como la meditación, ejercicios de relajación, la oración, ayudas de autocontrol, de respiración y terapias de grupo. Esto siempre guiado por personas con solvencia ética y competencia en este tipo de terapias.
Fuente:
https://tutiroides.org

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